Donde hay gratitud, hay salvación
Basado en Lucas 17:11-19
Una escena que nunca olvidaré ocurrió frente a un lugar donde solía ir a comer cerca de mi trabajo. Allí, sentado siempre en la entrada, estaba un hombre al que le faltaba una pierna. Día tras día, lo veía pidiendo ayuda, ya era parte del paisaje, por lo que un día su ausencia no pasó desapercibida para mí.
Pasaron unos días, y lo volví a encontrar, pero esta vez de una forma completamente distinta: ya no estaba sentado en el suelo, sino en un banco, limpio, bien vestido y con una gran sonrisa. En lugar de pedir, repartía tratados bíblicos. Su rostro irradiaba paz. Me contó que había decidido entregarle su vida al Señor y, aunque su pierna seguía faltando, su vida ya no estaba marcada por la necesidad, sino por la gratitud. Y pensé: “Wao… Dios es grande.”
Ese hecho me recordó el pasaje de Lucas 17:11-19, donde Jesús sana a diez leprosos, pero solo uno regresa para dar gracias. Su gratitud no solo lo distinguió de los otros nueve, sino que reveló una fe que Jesús reconoció y premió con salvación.
Diez fueron sanados, pero solo uno fue salvado
El relato es claro y conmovedor. Jesús, en su camino hacia Jerusalén, se encuentra con diez hombres marginados por la sociedad, afectados por la lepra. Ellos no se acercan, sino que claman desde lejos: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”. Jesús no se acerca, ni los toca, como hizo con otros enfermos. Solo les dice: “Id, mostraos a los sacerdotes”. Y mientras iban, fueron limpiados.
La obediencia inmediata de los diez es notable. No recibieron la sanidad al instante, sino mientras caminaban en fe, fueron sanados. Pero solo uno, al ver que había sido limpiado, regresó. Y no simplemente volvió, sino que volvió glorificando a Dios en voz alta, postrándose a los pies de Jesús y dándole gracias. Este acto de gratitud lo llevó más allá de la sanidad física: lo condujo a la salvación.
Jesús se pregunta: “¿No fueron diez los limpiados? ¿Y los otros nueve, dónde están?” La pregunta no es solo retórica; expone el contraste entre recibir un beneficio de Dios y vivir una vida transformada por el reconocimiento de ese beneficio. La gratitud verdadera no se queda callada. La gratitud verdadera regresa para dar gloria a Dios.
Gratitud: evidencia de una fe viva
Aquel hombre al que vi predicando con gozo, y aquel samaritano que volvió a dar gracias, reflejan lo mismo: un corazón profundamente agradecido se convierte en un instrumento visible de la obra de Dios. Cuando reconocemos lo que Dios ha hecho por nosotros, no podemos quedarnos igual. La gratitud se transforma en adoración, en obediencia, en humildad… y en testimonio.
Por eso, a partir de esta historia, quiero compartir siete beneficios de vivir con gratitud:
1. La gratitud nos lleva a obedecer
“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama…” (Juan 14:21)
Cuando una persona es agradecida hará todo lo que esté a su alcance por agradar a quien es merecedor de su agradecimiento. Para mi la gratitud es un acto de amor. Hay personas que son tan agradecidas que con uno haberle hecho un favor un día, por más simple que haya sido para uno el hacerlo, esa persona siempre lo recuerda y siempre trata de retribuirlo de alguna manera. Así debemos ser con Dios, cada día El nos llena de favores, nuestro agradecimiento hacia El debe estar siempre presente en nuestras vidas. Y ser obedientes guardando sus mandamientos es una buena forma de serlo.
2. La gratitud se convierte en adoración
“Te alabaré, oh Señor, con todo mi corazón. Contaré todas tus maravillas.” (Salmo 9:1)
El libro de los Salmos está repleto de adoración nacida del agradecimiento. Cuando expresamos gratitud a Dios, nuestro corazón lo exalta, y nuestra adoración se vuelve auténtica y profunda.
3. La gratitud nos hace humildes
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18)
Cuando damos gracias a Dios en todo y por todo, por lo bueno y por lo malo, estamos reconociendo que nada escapa a su control y que estamos humillados a que El haga su voluntad en nuestras vidas. Pensar que lo bueno que nos pasa es porque lo merecemos es ser orgullosos, nosotros no somos merecedores de nada y sin embargo lo hemos recibido todo.
4. La gratitud nos impulsa a compartir el evangelio
“Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” (Marcos 1:45)
Esta porción relata la historia de otro leproso, a este, luego de ser sanado, Jesús le dijo que no le contara a nadie, sin embargo su agradecimiento fue tal que el no pudo contenerse y salió corriendo gritando lo que le habia sucedido y gracias a quien había sido curado.
Así como el leproso sanado no pudo quedarse callado, un corazón agradecido se vuelve un testigo apasionado. Hablar de lo que Dios ha hecho es una forma poderosa de predicar el evangelio que puede ministrar y llevar a un acercamiento que produzca un cambio en las vidas de otros.
5. La gratitud produce buenas obras
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (Colosenses 3:17)
Cuando vivimos agradecidos, buscamos bendecir a otros como una forma de honrar al Dios que nos ha bendecido a nosotros.
6. La gratitud abre las puertas a la provisión de Dios
“Tomó los siete panes y los pescados, dio gracias a Dios…” (Mateo 15:36)
Antes de ver el milagro, Jesús dio gracias. Este acto sencillo desató una multiplicación sobrenatural. La gratitud en lo poco es una puerta para ver mucho más.
7. La gratitud abre el corazón a la salvación
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” (Lucas 17:19)
Este es el beneficio más grande. Cuando venimos a Jesús con un corazón sinceramente agradecido, reconocemos nuestra dependencia de Él. No solo recibimos cosas de Su mano, sino que lo recibimos a Él mismo como nuestro Salvador.
Reflexión final
La gratitud no es un sentimiento ocasional, es una manera de vivir. No se trata solo de decir “gracias” cuando todo está bien, sino de reconocer a Dios en cada detalle, incluso cuando las circunstancias son difíciles. La gratitud transforma corazones, abre caminos, fortalece la fe y testifica del poder de Dios.
Preguntas para meditar
- ¿Tiendo a enfocarme más en lo que me falta que en lo que ya he recibido de Dios?
- ¿Cómo estoy expresando mi gratitud a Dios de forma práctica y visible?
- ¿Estoy volviendo a los pies de Jesús con un corazón agradecido, o solo sigo adelante después de recibir lo que necesitaba?
- ¿Qué buena obra, acto de obediencia o adoración puedo hacer hoy como respuesta a todo lo que Dios ha hecho por mí?
Cuando olvido ser agradecida, recuerdo al hombre que una vez vi pidiendo, pero que luego vi predicando. Le faltaba una pierna, sí, pero su alegría y su devoción por Dios mostraban que no le faltaba nada. Su corazón lleno de gratitud había encontrado algo mucho más grande que una sanidad física: había encontrado salvación.