Extraños en casa: Cómo vivir como peregrinos en un mundo que no es nuestro
Basado en 1 Pedro 2:11-12
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.” —1 Pedro 2:11-12
Peregrinos en un mundo que no es nuestro hogar
Cuando nos rendimos a Cristo, algo en nosotros cambia radicalmente. Nuestro corazón encuentra un nuevo hogar, pero ese hogar no está aquí. Pedro, en su carta, nos llama “extranjeros” y “peregrinos”. Nos recuerda que no pertenecemos a este mundo. Nuestra ciudadanía está en el cielo (Filipenses 3:20).
Y, sin embargo, aquí vivimos. Caminamos por este mundo como forasteros, con una esperanza distinta, con una manera de pensar que muchas veces choca con lo que nos rodea. Este mundo no es nuestro hogar, y la vida cristiana se convierte en una caminata contracorriente.
Pedro no escribe desde la comodidad, sino desde la experiencia. Él sabía lo que era ser rechazado por causa de Cristo, acusado injustamente y atacado por vivir de manera diferente. En ese contexto, nos hace un ruego amoroso: “absteneos de los deseos carnales que batallan contra el alma”.
Una batalla interna, diaria y real
Pedro no nos da una advertencia ligera. Nos muestra una realidad espiritual profunda: nuestros deseos carnales batallan contra el alma. Esta no es solo una lucha por el comportamiento externo, sino una guerra dentro de nosotros, contra nuestra voluntad, nuestras emociones, nuestro verdadero ser.
Estos deseos no solo dañan el cuerpo, como bien lo ilustra el pecado sexual, el abuso del alcohol o la glotonería; también hieren el alma. La enfermedad del alma muchas veces es silenciosa, pero profundamente destructiva. Nos endurece, nos enfría, nos aparta de Dios.
Por eso Pedro nos recuerda nuestra identidad: somos peregrinos. Esta conciencia es el primer paso para vivir en santidad. Cuando recordamos que este mundo es temporal y que no somos de aquí, empezamos a vivir con una perspectiva eterna.
“Os ruego como a extranjeros y peregrinos…” 1 Pedro 2:11
Vidas que predican
Pedro añade una segunda exhortación: “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles”. Es decir, entre aquellos que aún no conocen a Dios. Nuestra vida debe ser coherente con el evangelio que creemos. Y aunque muchos nos acusarán falsamente, nuestras obras hablarán por nosotros.
En la iglesia primitiva, los cristianos eran calumniados. Se les acusaba de canibalismo por la Cena del Señor, de orgías por sus reuniones de amor fraternal, de antisociales por no participar en las fiestas paganas. Pero con el tiempo, sus vidas santas desmintieron todas las calumnias. El testimonio silencioso de una vida íntegra tiene poder.
Pedro dice que incluso los que hoy murmuran, mañana podrían glorificar a Dios al ver nuestra manera de vivir. ¿Será que tu vida puede ser el medio por el cual otros lleguen a la fe? ¿Será que tu ejemplo, tu perseverancia, tu firmeza en medio del rechazo o la injusticia puede ser una semilla que florezca en el corazón de alguien?
“Para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.” 1 Pedro 2:12
¿Qué significa “el día de la visitación”?
Este día puede entenderse de dos formas: como el día en que Dios se revela a alguien para salvación, o como el día final del juicio. En ambos casos, el llamado es el mismo: vivir de tal forma que, cuando Dios visite sus corazones, nuestras vidas hayan sido un testimonio que los dirija a Él.
La palabra griega traducida como “visitación” es episkopē, que implica observar de cerca, intervenir con intención. Dios observa. Dios visita. Y cuando lo hace, que nuestras vidas hayan sido luz.
Conclusión
Pedro nos llama a vivir como extranjeros conscientes de su paso por la tierra. No como turistas indiferentes, sino como embajadores del cielo. Este punto de vista transforma todo: nuestras decisiones, nuestras luchas, nuestras relaciones. La vida cristiana no es un escape del mundo, sino una manera diferente de habitarlo, mostrando con nuestras acciones el poder de la gracia que nos salvó.
Reflexiona
- ¿Reconoces que esta tierra no es tu hogar y vives como peregrino con una mentalidad eterna?
¿Estás en guardia ante los deseos carnales que batallan contra tu alma?
¿Tu estilo de vida está dando testimonio a quienes te rodean, incluso si ahora te juzgan?
Vivir en santidad no es una carga, es una respuesta de amor. Una vida santa tiene un impacto eterno. Y aunque el mundo no lo entienda hoy, un día glorificarán a Dios al ver lo que Él hizo en nosotros.