La importancia de perdonar
Perdonar no es un concepto extraño para nosotros. Todos, en algún momento, hemos hablado del perdón, lo hemos ofrecido o lo hemos necesitado. Pero aunque sabemos lo que significa, muchas veces olvidamos vivirlo. Perdonar no es simplemente olvidar una ofensa ni justificarla. Perdonar es aprender a amar como Dios ama, soltar el control que creemos tener y rendir nuestra herida al único que puede sanarla.
¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
Existen muchas razones por las que nos resistimos a perdonar. A veces lo justificamos con lógica, otras veces con dolor. Pero cuando examinamos nuestra resistencia a la luz de la Palabra, entendemos que no perdonar tiene más que ver con nuestro orgullo y nuestra falta de fe que con la ofensa en sí.
1. Porque la ofensa nos parece imperdonable
Cuando alguien nos hiere profundamente, sentimos que el perdón sería una injusticia. Pero si analizamos honestamente, esa percepción se basa en que la herida nos la hicieron a nosotros. Si los roles se invirtieran, probablemente no veríamos la situación con la misma gravedad. Jesús nos advierte en Mateo 7:3-5 que antes de mirar la paja en el ojo ajeno, debemos ver la viga en el nuestro.
No perdonar nos convierte en jueces, pero no somos llamados a juzgar, sino a reflejar a Cristo. Nuestra medida de perdón debe ser su ejemplo: Él, siendo inocente, pidió perdón por quienes lo crucificaban (Lucas 23:34). ¿Qué excusa nos queda a nosotros?
¿Qué es lo peor que le puede pasar a una madre? Perder a su hijo. Y sin embargo, hay madres como Mary Johnson que han perdonado al asesino de su hijo. Solo Dios puede hacer eso en un corazón herido.
Historia real: La madre que perdonó al asesino de su hijo
Mary Johnson es una madre cristiana de Estados Unidos cuyo único hijo, Laramiun Byrd, fue asesinado en 1993 por un joven de 16 años, Oshea Israel, durante una pelea en una fiesta.
Durante años, Mary vivió con un profundo dolor, enojo y deseo de justicia. Pero con el tiempo, el Espíritu Santo empezó a trabajar en su corazón. Ella misma dijo:
“Dios me dijo: ‘Tú no vas a sanar hasta que lo perdones’. Así que lo hice. Le escribí una carta a prisión, y pedí visitarlo.”
Cuando finalmente se encontraron cara a cara, Mary abrazó al asesino de su hijo.
Con el tiempo, Oshea se arrepintió sinceramente, cumplió su condena y, al salir de prisión, fue acogido por Mary como un hijo. Vivieron puerta con puerta en el mismo edificio, compartiendo su historia en iglesias y eventos como testimonio del poder transformador del perdón.
“No digo que fue fácil. Pero la libertad que sentí al perdonar, esa solo me la pudo dar Dios.”
2. Porque tememos que nos vuelvan a herir
Y la verdad es que sí, probablemente nos volverán a fallar. Las personas no son perfectas. Incluso cuando prometen cambiar, fallan. Pero Jesús nos enseñó que el perdón no debe tener límites: “setenta veces siete” (Mateo 18:22).
Aun si la otra persona no es consciente del daño que ha hecho, nuestro deber es perdonar. Jesús lo dejó claro en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). El perdón no depende del arrepentimiento del otro, sino de nuestra obediencia a Dios.
3. Porque preferimos la venganza
La venganza parece darnos poder, pero en realidad nos encadena. Cuando elegimos no perdonar, nos negamos a soltar algo que solo Dios puede juzgar con justicia. Romanos 12:19 dice: “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.”
Esto no significa esperar que Dios castigue al otro, sino confiar en que Él sabe cómo obrar justicia con misericordia. Nuestra parte es perdonar, soltar y sanar.
Mary no esperó a que Dios castigara al asesino de su hijo. Ella decidió perdonar, orar por él, y dejar que Dios hiciera la obra en ambos. Hoy, viven como madre e hijo. Ese es el poder de un perdón sobrenatural.
Tres razones poderosas para perdonar
Perdonar no es opcional en la vida del creyente. Es un mandamiento, un reflejo de nuestra fe y una condición para nuestro servicio a Dios.
1. Porque Dios lo manda
La Biblia es clara: si tu hermano peca, perdónalo (Lucas 17:3). En Colosenses 3:13 se nos exhorta a perdonarnos unos a otros “como Cristo os perdonó”. Y en Efesios 4:32 se nos llama a ser misericordiosos, perdonando como Dios nos perdonó en Cristo.
2. Porque nosotros también queremos ser perdonados
El Padre Nuestro nos recuerda que el perdón que pedimos a Dios está ligado al perdón que ofrecemos a otros (Mateo 6:12). Si no perdonamos, estamos cerrando la puerta a la gracia que decimos necesitar.
El perdón que damos es evidencia de que hemos recibido el perdón de Dios. Si no podemos perdonar, tal vez es porque aún no hemos depositado nuestras culpas a los pies de Cristo ni hemos creído realmente en su perdón. Empieza por perdonarte, por aceptar Su gracia, y así podrás extenderla a otros.
3. Porque fuimos limpiados para servir
Hebreos 9:14 (DHH) dice que la sangre de Cristo limpia nuestra conciencia de las obras muertas “para que podamos servir al Dios viviente.” Entre esas obras muertas están la enemistad, el rencor, la ira (Gálatas 5:19-21). Si queremos servir a Dios con un corazón limpio, necesitamos perdonar.
¿Cómo perdonar?
Perdonar no es natural, ni fácil. Pero es posible cuando reconocemos que el perdón que hemos recibido es un regalo inmerecido. Jesús nos enseña que debemos dar por gracia lo que por gracia hemos recibido (Mateo 10:8).
El amor es el ingrediente indispensable para perdonar. “El amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). Cuando el amor de Cristo gobierna nuestro corazón, somos capaces de hacer lo que por nuestras fuerzas jamás podríamos.
¿Y después de perdonar?
1. No divulgues la ofensa
Hebreos 12:14-15 nos advierte que la amargura contamina. Cuando decidimos perdonar, debemos también elegir el silencio: no alimentar el dolor contándolo una y otra vez. Soltar también significa no repetirlo.
2. Sigue adelante
Tu meta es Cristo. Lo que otros hagan no debe cambiar tu carácter. El pasado no te define, ni las heridas te detienen. Si Cristo es tu modelo, entonces el perdón será tu camino diario.
¿Hay alguien a quien necesitas perdonar hoy? Pide a Dios que te ayude a dar ese paso. Él está contigo, sanando lo que otros han roto y usando esa herida para su gloria.
Perdonar no es un sentimiento, es una decisión basada en la fe.