Llamados como un solo pueblo
Basado en 1 Pedro 2:9-10
En contraste con los que, por desobedecer la Palabra, tropiezan con la Roca que es Cristo (v. 8), Pedro se dirige ahora a quienes han creído. Él los describe con un lenguaje rico en significado, tomado directamente del Antiguo Testamento, utilizado originalmente para describir la relación especial de Dios con Israel. Ahora estas palabras describen a la iglesia, al cuerpo de creyentes en Cristo.
Una identidad colectiva (v. 9)
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” (1 Pedro 2:9a)
Con la idea de que somos piedras edificadas con las que Dios está construyendo una casa espiritual, seguimos hablando de la iglesia como un conjunto y llama mi atención que las palabras linaje, real sacerdocio, nación y pueblo son sustantivos colectivos (palabras que hacen referencia a un conjunto o grupo de elementos, ya sean individuos, objetos o animales) y hacen referencia a los creyentes como un solo cuerpo.
Linaje escogido: No somos descendencia física, sino hijos adoptivos por la fe. Dios nos ha elegido para ser parte de Su familia.
Real sacerdocio: Tenemos acceso directo al Padre por medio de Jesucristo, privilegio que antes solo tenía la tribu de Leví, ahora se extiende a todos los que creen.
Nación santa: Somos un pueblo apartado del mundo, consagrado para Dios.
Pueblo adquirido por Dios: Le pertenecemos. Hemos sido comprados con la sangre de Cristo. Somos Su posesión especial, y esto nos da valor, propósito y pertenencia.
Proclamadores de Su gloria (v. 9b)
“…para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
Este llamado colectivo tiene una finalidad: proclamar las virtudes de aquel que nos llamó. Mostrar al mundo su obra en nuestra vida, colectivamente y como individuos, testificar cómo fuimos sacados de las tinieblas y esclavitud del pecado, gobernadas por el enemigo para muerte, a la luz admirable de Dios, donde recibimos salvación, libertad y vida eterna. Dios no nos escogió para el individualismo, como Cristianos somos llamados a servir, a edificar y darle gloria juntos.
De no pueblo a Su pueblo (v. 10)
“Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (Ref. cruz. Oseas 2:23)
Pedro hace referencia Oseas 2:23, trayendo a memoria la historia de redención de un pueblo infiel, restaurado por amor. Como Gomer, la esposa infiel de Oseas, no éramos pueblo, no teníamos identidad espiritual, ni pertenencia. Vivíamos para nosotros mismos, esclavos del pecado.
Pero ahora, somos pueblo de Dios. Hemos sido injertados en su familia, llamados por su nombre, hechos coherederos con Cristo. Ya no estamos sin rumbo, ahora tenemos propósito, pertenencia y promesa.
Antes, no habíamos recibido misericordia. Estábamos bajo juicio. Pero ahora hemos alcanzado misericordia, por medio del sacrificio de Jesús. Me llama la atención que ambas declaraciones están en tiempo presente. No buscamos ni esperamos convertirnos en el pueblo de Dios y recibir misericordia. En Cristo, somos el pueblo de Dios. Hemos recibido misericordia. La transacción está completa.
Esto cambia radicalmente nuestra perspectiva de vida. Somos parte de algo mucho mayor que nosotros mismos: una comunidad eterna, un cuerpo vivo y santo, llamado para glorificar a Dios juntos.
Conclusión
Pedro no solo nos recuerda quiénes somos como creyentes, sino también quién es Dios y qué ha hecho por nosotros. Nuestra identidad no se basa en lo que sentimos o lo que el mundo dice de nosotros, sino en lo que Dios ha declarado en Su Palabra. Somos Su pueblo, Su nación santa, Su posesión preciosa. Y esto no solo de manera individual, sino como parte de un cuerpo espiritual, llamado a vivir y servir en comunidad.
La obra de Cristo no solo nos reconcilia con Dios, también nos reconcilia con los demás. Nos une como piedras vivas en una misma edificación. Nos da un propósito: proclamar Su gloria con nuestra vida y con nuestras palabras.
Ser pueblo de Dios es un privilegio, pero también una responsabilidad. Como comunidad redimida, estamos llamados a reflejar la luz de Aquel que nos llamó, a vivir con gratitud por Su misericordia, y a permanecer firmes sobre la Roca que es Cristo.
Reflexiona
¿Reconoces que tu identidad como creyente es colectiva y no solamente individual?
¿De qué manera estás proclamando con tu vida las virtudes de Aquel que te llamó?
¿Estás conectado con otros creyentes en comunidad para vivir tu fe y edificar la casa espiritual de Dios?
Nuestro testimonio personal tiene poder, pero nuestro testimonio como comunidad tiene un impacto aún mayor. Como iglesia, como cuerpo, como familia espiritual, hemos sido llamados a hacer brillar Su luz juntos.