Viviendo como copias de Jesús
Basado en 1 Pedro 2:21–25
En la porción anterior, Pedro nos enseñó que Dios se agrada cuando sus hijos sufren injustamente por hacer el bien. Ahora, en estos versículos, el apóstol continúa desarrollando esa misma idea, llevándonos a mirar de frente al mayor ejemplo de todos: Cristo mismo.
Llamados a sufrir como Cristo
Pedro afirma que “para esto fueron llamados” (v.21). Esta frase nos confronta. ¿Cómo puede ser parte de nuestro llamado el sufrir por hacer lo bueno? ¿No se supone que si hacemos lo correcto, seremos recompensados y protegidos?
La verdad es que seguir los pasos de Jesús implica muchas veces sufrir por hacer el bien. En lugar de ver el sufrimiento como señal de castigo o fracaso, debemos entender que, en ocasiones, es señal de fidelidad. Así como Jesús sufrió injustamente, también nosotros, al seguirle, pasaremos por pruebas dolorosas. Y es precisamente en esos momentos que estamos caminando sobre sus huellas.
Un modelo a seguir: la imagen del calco
Pedro usa una palabra muy específica en el original para hablar del “ejemplo” de Cristo: “hupogrammos”, que literalmente significa “escrito por debajo”. Era un término utilizado para describir el patrón de escritura que los estudiantes usaban para aprender a calcar letras. Así como ellos seguían con cuidado las líneas de ese modelo, nosotros estamos llamados a reproducir la vida de Cristo en la nuestra.
Pero esta imitación no es meramente externa. No es solo portarse bien o hacer lo correcto. Es una reproducción profunda, que brota de una comunión viva con Cristo. Al disfrutar de Su gracia en medio del sufrimiento, Su vida se forma en nosotros por medio del Espíritu. Así, llegamos a ser una copia viva de nuestro Maestro. En vez de vivir con orgullo como “originales”, nuestra meta es morir como copias fieles de Él.
“Quiero vivir y morir como copia”, no como otros dicen: “Usted nació original, no muera como copia”.
El sufrimiento de Cristo fue justo… e injusto
Pedro deja claro que Cristo “no cometió pecado, ni hubo engaño en su boca” (v.22), citando Isaías 53:9. Jesús no fue castigado por algo que hizo mal. Fue herido por hacer el bien. Fue insultado, maltratado, torturado… y no respondió con amenazas ni represalias.
Ante cada insulto, guardó silencio. No porque no tuviera poder, sino porque confió en que el Padre es el juez justo (v.23). En Mateo 26:53, Jesús mismo dice que podía haber pedido legiones de ángeles, pero decidió no hacerlo. ¿Por qué? Porque eligió confiar en la justicia de Dios, en el tiempo de Dios.
Este autocontrol no era represión emocional, sino confianza en Dios. Jesús sabía que su misión no era vengarse, sino obedecer. Y en esa obediencia, llevó a cabo la obra más grande de todas.
El propósito del sufrimiento: nuestra redención
Pedro lo dice con claridad: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que muramos al pecado y vivamos a la justicia” (v.24).
Si Jesús no hubiera sufrido injustamente, nosotros aún estaríamos perdidos. Fue a través de su sufrimiento que se convirtió en nuestro Sustituto, cargando nuestra culpa, pagando nuestra deuda, muriendo nuestra muerte. Por sus heridas, fuimos sanados. No se trata aquí de una sanidad física, sino de una sanidad espiritual profunda, la que nos reconcilia con Dios.
Gracias a Cristo, ahora podemos vivir libres del poder del pecado. Podemos tomar decisiones que honran a Dios. Su sufrimiento nos ha dado acceso a una vida nueva.
De ovejas descarriadas a ovejas cuidadas
Pedro concluye este pasaje recordándonos que antes éramos como ovejas descarriadas (v.25). Nos alejábamos de Dios, buscábamos nuestro propio camino, sin rumbo ni protección. Pero ahora, gracias al sufrimiento y la entrega de Cristo, hemos vuelto al Pastor y Guardián de nuestras almas.
Este “volver” no es simplemente un cambio de actitud. Es un cambio de posición: ya no estamos fuera del redil, sino bajo el cuidado del Buen Pastor. Él vela por nosotros, nos guía, nos guarda. Y aunque todavía enfrentamos sufrimientos, no estamos solos ni abandonados.
Reflexión final
Este pasaje no es fácil de aceptar. Nos desafía a ver el sufrimiento desde la perspectiva del Reino. A confiar cuando somos tratados injustamente. A seguir el modelo de Jesús, no con resignación, sino con fe viva.
- ¿Cómo estás respondiendo al sufrimiento injusto en tu vida?
- ¿Estás siguiendo las pisadas de Cristo, confiando en que el Padre es juez justo?
Recordemos que el dolor que enfrentamos, cuando es por obedecer al Señor, no es en vano. Es parte del camino de aquellos que han sido llamados a reflejar a Cristo.